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Máquina de fabricar capitalidades (culturales) .
2 participantes
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Máquina de fabricar capitalidades (culturales) .
En primer lugar la ciudad que se ha de poner en la “fábrica” debe ser del Norte, o del Tajo para arriba, (como Salamanca, Santiago, Madrid…) nada de piojosas ciudades del Sur en las que no hay nada más que calor y moscas.
En segundo lugar debe ser una ciudad rica o situada en una región, autonomía o enclave soberanista igualmente rica/o. A ser posible con la mayor renta por habitante del país, rodeada de bancos y banqueros, con poca población activa en el paro o desempleo, no sea que la declaración de “capitalidad” vaya a cambiar el actual estado de cosas y los pobres se hagan ricos y viceversa, que para esas no estamos.
Seguidamente hay que poner en la máquina a una ciudad que haya hecho su solicitud culturalista y tal, recientemente, la última en hacerlo de todas las candidatas, preferentemente, con un horizonte temporal de no más de tres años. Nada de gilipolleces de ciudades que lo hayan solicitado hace diez años y tengan un proyecto con más años que don Esteva, que es el que da nombre a algunas ciudades con orfeón y enchufes.
Luego hay que buscarse un alcalde calvo y con cara de malo de película de los hermanos Karamazov, que no vaya a ser reelegido, es para darle todo el mérito a él y quitar presión por si sale un abertzale que nos ponga en aprietos el invento.
El alcalde calvo tiene que convencer al Jurado (la mitad de ellos nombrados a dedo por la ministra de Cultura y amiga de la “causa”) de que el nonato proyecto es “una oportunidad para la paz”, la única para ser exactos, y que la pipa de esta paz sólo la puede fumar él si su ciudad de las narices sale elegida. ¡Por Manitú!
Luego hay que dejarse de gaitas de respaldos ciudadanos, de llenar con decenas de miles de personas puentes de la época de César ni de pasarse una noche en blanco oyendo flamenco y otras vulgaridades propias de países y gentes de mal vivir que duermen y trabajan poco. Hay que elegir a ciudades que la mitad de sus ciudadanos ni siquiera sepan que su ciudad se presenta a este tipo de festejos, que cuando se enteran dicen “Oh, sí, ¡qué potra hemos tenido!
Es fundamental que se ponga en la fábrica a un equipo ministerial con un mínimo de cuatro ministros nacidos en la ciudad que se quiere “fabricar” como capitalidad, son para que aparte de dar saltos de alegría delante de las mismas narices de las delegaciones de las otras candidatas cuando su terruño es elegido, se dedican a intrigar, conspirar y cambiar las decisiones primitivas del Jurado o grupo de ineptos influenciables, tres horas antes de hacer pública la “soberana decisión”. Esta herramienta se considera fundamental. Aunque luego tienen que saber disimular más que la ministra de Cultura, cineasta ella, que espera rentabilizar el atraco cuando acuda a concursar a próximos festivales de cine en la ciudad de “las excelencias”.
También hay que buscarse a un Jefe de Gobierno, incapaz, agotado, vulnerable, al que le vienen como agua de mayo las abstenciones parlamentarias de un grupo nacionalista, -la ídem nacionalidad que la ciudad infrascrita- que chantajeen a modo, como suelen hacerlo, y que te amenacen con retirar su tibio apoyo si su urbe de las mismas y santas pelotas no es la elegida.
Cuando todo esté preparado, bien picadito, se pone en la máquina o trituradora y : ¡Voila, ya tenemos una capitalidad cultural a punto!
Asombra tanto sadismo. Pero que se jodan los pobres y los que se creen las bases de cualquier convocatoria.
No hay más cera que la que arde ni más piojos que la manta llena.
En segundo lugar debe ser una ciudad rica o situada en una región, autonomía o enclave soberanista igualmente rica/o. A ser posible con la mayor renta por habitante del país, rodeada de bancos y banqueros, con poca población activa en el paro o desempleo, no sea que la declaración de “capitalidad” vaya a cambiar el actual estado de cosas y los pobres se hagan ricos y viceversa, que para esas no estamos.
Seguidamente hay que poner en la máquina a una ciudad que haya hecho su solicitud culturalista y tal, recientemente, la última en hacerlo de todas las candidatas, preferentemente, con un horizonte temporal de no más de tres años. Nada de gilipolleces de ciudades que lo hayan solicitado hace diez años y tengan un proyecto con más años que don Esteva, que es el que da nombre a algunas ciudades con orfeón y enchufes.
Luego hay que buscarse un alcalde calvo y con cara de malo de película de los hermanos Karamazov, que no vaya a ser reelegido, es para darle todo el mérito a él y quitar presión por si sale un abertzale que nos ponga en aprietos el invento.
El alcalde calvo tiene que convencer al Jurado (la mitad de ellos nombrados a dedo por la ministra de Cultura y amiga de la “causa”) de que el nonato proyecto es “una oportunidad para la paz”, la única para ser exactos, y que la pipa de esta paz sólo la puede fumar él si su ciudad de las narices sale elegida. ¡Por Manitú!
Luego hay que dejarse de gaitas de respaldos ciudadanos, de llenar con decenas de miles de personas puentes de la época de César ni de pasarse una noche en blanco oyendo flamenco y otras vulgaridades propias de países y gentes de mal vivir que duermen y trabajan poco. Hay que elegir a ciudades que la mitad de sus ciudadanos ni siquiera sepan que su ciudad se presenta a este tipo de festejos, que cuando se enteran dicen “Oh, sí, ¡qué potra hemos tenido!
Es fundamental que se ponga en la fábrica a un equipo ministerial con un mínimo de cuatro ministros nacidos en la ciudad que se quiere “fabricar” como capitalidad, son para que aparte de dar saltos de alegría delante de las mismas narices de las delegaciones de las otras candidatas cuando su terruño es elegido, se dedican a intrigar, conspirar y cambiar las decisiones primitivas del Jurado o grupo de ineptos influenciables, tres horas antes de hacer pública la “soberana decisión”. Esta herramienta se considera fundamental. Aunque luego tienen que saber disimular más que la ministra de Cultura, cineasta ella, que espera rentabilizar el atraco cuando acuda a concursar a próximos festivales de cine en la ciudad de “las excelencias”.
También hay que buscarse a un Jefe de Gobierno, incapaz, agotado, vulnerable, al que le vienen como agua de mayo las abstenciones parlamentarias de un grupo nacionalista, -la ídem nacionalidad que la ciudad infrascrita- que chantajeen a modo, como suelen hacerlo, y que te amenacen con retirar su tibio apoyo si su urbe de las mismas y santas pelotas no es la elegida.
Cuando todo esté preparado, bien picadito, se pone en la máquina o trituradora y : ¡Voila, ya tenemos una capitalidad cultural a punto!
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No hay más cera que la que arde ni más piojos que la manta llena.
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Re: Máquina de fabricar capitalidades (culturales) .
Hay que asquito da este tema, pero ya visteis en el gran premio de formula I de Valecia que estaban los coches corriendo y al ladito los yates aparcados, hay que tener mar para tener los yates amarraditos al lado y así entrar y salir del yate con los amiguitos, aparte de lo que se dice aquí. ¿Por cierto como va el tema de la impugnación ? creo que había 15 días y al pasr tenían que contestar.
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